Actores y Escritores latinoamericanos

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lunes, 14 de febrero de 2011

¡FELIZ DÍA DE SAN VALENTÍN! OS DEJAMOS UN REGALO DE LA PLUMA DE FELIPE SILVA


UNA TENTACION LLAMADA AMOR
Original de Felipe Silva
 
CAPITULO 1
 
 
Virginia Salvatorre abrió abruptamente los ojos. Su rostro estaba bañado en sudor. Su mirada recorrió la humilde habitación buscando, entre las sábanas de su cama, la respuesta al erótico sueño que había sacudido cada milímetro de su cuerpo.
– Fue un sueño, sólo un sueño… Deberías dejas de soñar Virginia. Ese príncipe azul jamás llegará a tu vida.
Una lágrima rebelde se escapó de sus pupilas verde como el oceáno Atlántico en arenas del Caribe. Se dirigió al baño. Tomó una ducha fría, como si el agua tuviera el poder de borrarle de la mente la frenética entrega que había vivido al lado de un hombre al cual jamás podía verle el rostro en sus sueños. Se vistió con la acostumbrada modestia. Falda larga, suéter gris de cuello de tortuga y medias cubriéndole las piernas. El peinado recatado. No podía vestirse de otra manera. Su trabajo como maestra normalista no le permitía, siquiera, pensar en vestirse como si fuera una mujer liberar en sus plenos 28 años. Por su atuendo, parecía una solterona de 46. Había entregado su vida a cuidar a su madre. Y después de haberle cerrado las puertas al amor, ahora se veía sola. Cuidando de su hermana que, a sus 21 años, era lo opuesto a ella.
Salió a la cocina. Preparó un café americano. De su habitación salió semidesnuda su hermana Raquel.
– Ay, ¡qué flojera tengo, hermanita! Hoy no voy a ir a la escuela-. dijo con voz profunda a Virginia. Y ella le respondió con un dejo de molestia.- ¡Raquel! Estás en plenos exámenes! No puedes faltar!-.
Raquel la abarzó con una falsedad incómoda.- Hermanita, no te pongas así…. Total. El maestro de la tésis me dijo que prácticamente tenía pasado el curso… Ayer estuvo tremenda la fiesta, así que… Me tomo el día-. Virginia iba a protestar, pero se contuvo. Pensaba que su hermana Raquel estaba aún bajo la depresión por la pérdida de su madre. Tomó con rapidez el café. Lavó los trastes. Dejó limpia la humilde cocina y antes de salir por la puerta, dedicó unos instantes a persignarse frente al cuadro de la Virgen de Guadalupe, y en respetuosa voz baja dijo, con los ojos cristalinos de lágrimas,- Virgencita, ilúminame, ayúdame a guiar por el buen camino a mi hermana. Mi madre ahora está contigo y tú sabes que Raquel anda en malos pasos. Dame la sabiduría para tener las palabras exactas y las acciones correctas para guiarla por el buen camino… Y ayúdame en mi trabajo, que los muchachos están cada vez más rebeldes.
Con sorprendente velocidad, salió de la casa. Después de cruzar el enorme patio de la vieja vecindad, salió a la calle de Roldán. Entre la muchedumbre, que ya se movía con velocidad en las calles del Centro Histórico de la Ciudad de México, Virginia pasó inadvertida entre las personas que parecían más bien hormigas. Bajó al metro y después de hacer una enorme fila, logró entrar a los andénes. El metro la llevó rápidamente a la zona de Coyoacán. Después de salir, tuvo que hacer un segundo viaje en un pesero. Dos horas de su vida habían pasado, pero al fin estaba entrando a la que era como su segunda casa: su escuela.
La Escuela Preparatoria Miguel Hidalgo era una exclusiva institución, dedicada a preparar a los varones de las familias más acaudaladas de la Ciudad. La escuela era administrada por la Congregación de los Hermanos del Eterno Perdón. Y aunque había varios integrantes laícos que cubrían puestos administrativos, en general, la mayoría de la planta docente estaba cubierta por sacerdotes, monjes y alguna que otra maestra, que como Virginia, parecían no tener interés alguno en destacar sus encantos naturales.
Virginia impartía la clase de Literatura. Sus alumnos eran los de tercer grado de Prepataroria. Su grupo favorito, el de Tercero "B". Por alguna extraña razón, en ese salón sentía algo diferente, algo quizás en la atmósfera. Ese dia, la clase transcurrió como de costumbre, sin novelad alguna. Hasta que al terminar la clase, después de recoger algunos trabajos de ensayo, miró hacia el fondo del salón y descubrió, recostado sobre su pupitre, a uno de sus alumnos. La clase completa se había retirado ya. Virginia se acercó extrañada y tocó por los hombros a su alumno, éste se incorporó. Se trataba de Daniel Romero, Sus ojos verdes eran absolutamente seductores. A pesar de contar con unos 18 años, los vellos de su barba lo hacían aparentar unos treinta años de edad. Virginia le preguntó preocupada.- ¿Te sientes bien Daniel? ¿Estás enfermo?-. Sin esperarlo siquiera, Daniel se incorporó y tomó por la cintura a Virginia. Todo ocurrió en sólo un instante, en una milésima de segundo, los labios de Daniel se apoderaron de los de Virginia, quien pese a resistirse, tuvo que doblegarse a la superioridad física de Daniel, quien luego de apoderarse de sus virginales labios y con jadeante aliento, le susurró, sin dejar de cautivarla con la mirada.- Ahora me seinto mejor, Virginia. -. Y sin agregar nada más, se perfiló hacia la puerta del salón. En donde, imprevistamente, se encontraba Ricardo Olmedo, colega de Virginia. - ¿Interrumpo?-. preguntó con un tono hiriente. Daniel respondió por Virginia – No, profesor… La maestra Virginia ya me dio permiso de salir-. Ricardo siguió con la mirada a Daniel y después, clavó sus ojos en los de Virginia con una intrigante mezcla entre celos y pasión.

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